Había escondido en algún rinconcito de su pensamiento la
efímera imagen de aquel encuentro, unas sonrisas tímidas y un pequeño roce de
sus manos casual, un alud de silencios que tanto habían dicho y un sinfín de
palabras que nada decían.
En su corazón latía la magia de aquella noche con café, las
miradas y el abrazo, aquel abrazo…
Y tras su marcha el vacío, tantas jornadas esperando y toda
la magia se esfumó por momentos al despedirse.
De aquello aprendió que la vida son instantes fugaces, que
cuando quieres darte cuenta el ayer es pasado y el mañana es incierto.
Y cada noche, al cubrir su cuerpo con las sábanas, intentaba
recordar aquella efímera imagen de aquel encuentro… aunque sabía que toda la
magia seguía ahí, y aunque el tiempo pasaba despacio en sus horas, la vida se
le escapaba rauda en sus instantes, sola…
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