Abro la mente para intentar descubrir nuevas sensaciones, buscando la manera de interpretar tus mensajes, pero en realidad lo que más me impresiona es la facilidad que tengo en convertirlos en aquello que yo deseo.
Y es que cuando me miras interrogante, lejos de decidir entre el café o el zumo, en mi imaginación ya te desvestí, y al no contestarte y encontrarme la taza y el vaso delante, despierto de nuevo.
Entonces sonríes pensando que aún estoy en trance, que no amanecí del todo, mientras yo te vuelvo a interpretar a mi manera, como una invitación a que te bese sin remedio.
Al ver mis ojos clavados en tus ojos crees que intento preguntarte algo, entonces vuelves a tu mirada interrogante,… volví a desvestirte.
Y mientras… el café se enfría, el zumo me espera, y lo peor de todo… no he mediado palabra, y soltando una manzana me besas en la frente y te despides, pensando que hiciste lo mejor al servirme el desayuno.
Y así me va, tan sólo amigos… está visto que lo que se dice interpretar, yo siempre lo hago a mi manera. ¿No podrías tú interpretarme a mí mañana? (Sólo por no tomarme el café frío con el alma candente).